Ayer escuché en una tertulia de radio al polifacético Joaquín Oristrell renegar de internet. No es la primera vez que escucho algo similar a tertulianos habituales de estos programas, cuidándose de mantener su imagen de intelectuales de opinión controvertida y opuesta a las usos y costumbres de los "vulgares mortales", porque para eso les llaman y por ello les pagan. Pero aún así me sorprendió que un director, guionista y productor como el barcelonés argumentase su "desconexión" voluntaria diciendo que había llegado a la conclusión que el tiempo que le hacía perder internet, era mucho mayor que el que le hacía ganar.
Posiblemente Oristrell está en lo cierto. Internet es un agujero negro para nuestra productividad laboral, nuestra cultura, nuestro ocio y nuestras relaciones familiares y sociales, pero..., que sería de nuestra productividad laboral, nuestra cultura, nuestro ocio y nuestras relaciones familiares y sociales sin internet; como mínimo serían diferentes. Desde que el uso de la red se generalizó, tanto en el ámbito laboral como en el doméstico, nos hemos ido acostumbrando a sus ventajas, a su inmediatez, al acceso ilimitado a información o a la libertad que provoca ser autosuficientes en actividades para las que antes dependíamos de terceros. Poco a poco, sin darnos cuanta, hemos incorporado hábitos y dependencias de internet que nos facilitan o nos entorpecen la vida, según se quiera ver, pero que en cualquier caso ya son parte de nuestra rutina laboral, de ocio o social.
Durante más de veintidós días he pasado por una de esas situaciones rocambolescas que, parece que con frecuencia, se producen debido a la negligencia y a las prácticas fraudulentas de las compañías de telecomunicaciones. Durante todo este tiempo he estado sin servicio de ADSL en mi domicilio. Después de mil llamadas, correos, enfados, pruebas, negociaciones conciliadoras, y ultimátum desafiantes, al final me han solventado mi problema, en parte gracias a no ceder a las presiones de mi ISP y negarme a admitir que debía de conformarme con una conexión a 2 Mb (poco mas de 1 Mb reales). Es frustrante que, a pesar de las
leyes promulgadas supuestamente para la defensa de los usuarios, nuestros derechos como cliente se reducen únicamente a la opción de darte de baja del servicio (eso si no tienes un compromiso de permanencia) y que las obligaciones de las compañías son nulas; no tienen obligación de darte un servicio de calidad, ni siquiera el mínimo al que se han comprometido, ni tienen obligación de dar solución a una avería de su competencia, casi ni siquiera tienen obligación de escucharte, porque hasta por eso te cobran.
Hasta aquí mi pataleta; ya está solucionado (o eso espero) y confío en no volver a pasar por ello, pero durante este tiempo sin internet en casa, nos hemos dado cuenta hasta donde puede limitarte estar sin conexión. Incluso para quién no hace un uso intensivo de internet, ni está enganchado a las redes sociales, ni tiene una necesidad imperiosa al tener otras alternativas para el acceso, no disponer de acceso a internet produce una insatisfacción difícil de entender, pero real. Posiblemente es una comparación desmesurada, pero es algo así como cuando por una avería estamos sin agua en el edificio o sin calefacción en invierno. Prueba a encender tu PC sin conexión a internet; te aseguro que es de los más triste.
Esta semana hemos leído la noticia de que en Finlandia quieren establecer el acceso a internet de banda ancha como un
derecho constitucional. Aquí tampoco eso sería una gran garantía; creo que también lo es el derecho universal a la vivienda y el derecho al trabajo y me temo que vamos por mal camino. También vamos por mal camino en esto; en España internet es
lenta y cara, peor que en países supuestamente menos avanzados y sin embargo, se sigue legislando como si internet fuera el enemigo. Disfrutamos de internet, como disfrutamos de otros servicios y avances tecnológicos, gracias a que es un medio para que las grandes compañías hayan ganado y sigan ganando mucho dinero a costa de los usuarios. Pero en realidad a nadie le importa que el servicio sea acorde con las posibilidades tecnológicas, ni que tenga un precio asequible y coherente, ni que nos engañen o nos defrauden constantemente sin posibilidad de defensa, y todo esto con el amparo legislativo y judicial de los que mandan.
Huyo de las ataduras y adicciones pero, lo reconozco, considero internet como algo necesario; posiblemente para nada importante o vital, pero lo necesito, y no quiero que nada ni nadie me prive de ello. Si es necesario, me iré a vivir a Helsinki.
PD: cuando por fin recuperé la conexión en mi casa lo primero que me apareció fue un saludo de Respit en el Gtalk; fue una sensación extraña. Respit estaba en el AVE conectado con 3G....¿que tal vivir sin internet?.